Cuando una arquitectura «dice», «comunica», el mensaje está en el edificio, «que es el que recibe las distintas interpretaciones a través del tiempo y de sus distintos observadores... el que puede resultar destinado a usos diferentes del previsto. Cada vez, en cada momento, ese objeto es reinterpretado... y sus posibilidades expresivas varían».
Habría de añadirse que lo que varía es también la situación y circunstancias, el contexto individual y hasta colectivo en el que se produce la percepción.
Y ante esos usos diferentes de los supuestos, saber que los edificios han de poseer unos valores intrínsecos, unas virtudes arquitectónicas per se y una cierta latitud en su «funcionalismo».
Es cuando la obra se logra casi «universal», que no versátil. Y no pensamos en «reutilización», término desafortunado, propio de cosa sobada y segundona, sino en «permanencia». Sería la culminación, en su sentido hondo, de los «factores de forma».
Andrés Fernández-Albalat Lois (Forma, tecnología, 1989)